11/01/2014 publicado por Emilio Martínez 5 Archivado en:Opinión
Susana Seleme Antelo
Por lo que se lee y escucha en los medios de información hasta la saturación tóxica –como con el satélite Tupac Katari- poco se habla de los orígenes del rally Dakar. En realidad, el Paris-Dakar es una de las rutas coloniales y neocoloniales más crueles de los siglos XIX y XX, aunque la primera versión de la competencia, tuvo lugar solo en 1979.
Desde entonces hasta 1994 y luego 2008, cuando tuvieron que trasladarse a otros lares por la oposición de los pueblos saharianos y subsaharianos ¿qué ha dejado en todas las regiones de África por donde pasó el circuito? ¿Cuál el beneficio para esas poblaciones pobrísimas de las millonarias campañas publicitarias, generoso y oneroso concurso financiero de políticos interesados, patrocinadores y otros afines, amén del despliegue de modernas tecnologías? Poco o nada.
Si bien es un deporte que merece respeto para quienes lo practican y admiran por su grado de complejidad en el terreno ¿cuál la importancia real de que pase por Bolivia los días 12 –hoy- y 13 de enero? ¿Por qué el régimen de Evo Morales lo atesora como uno de los más grandes logros de su Estado Plurinacional? Por ausencia de visión estratégica del desarrollo, a falta de otros logros que tienen que ver con desarrollo humano sostenible e integral en educación, salud, investigación, tecnología y protección del medio ambiente para los 10 municipios por donde pasaran las motos y los cuadratracks.
El recorrido incluye el salar de Uyuni. ¿Conoce alguien el informe sobre el impacto ambiental sobre el salar, si es que se hubiera hecho? El periódico indígena Pukara (Enero 2014 Año 8 Número 89. Internet) cataloga el rally como “Invasión motorizada y neocolonialismo deportivo. Ahora los recursos propagandísticos del gobierno se vinculan a los campeonatos de fútbol, los concursos de belleza y las carreras de motorizados”. Razones no le faltan, pues a título de incrementar el turismo, este se podría catalogar como un turismo extractivista que ofrece y saca las riquezas de la tierra y deja migajas.
¿Es realmente un lujo, como dicen algunos medios? Sí, un lujo consumista y capitalista a rabiar para el jefe del régimen que vocifera hasta el hartazgo su anticapitalismo y anticolonialismo, a pesar de su millonario avión privado y otras ‘linduras’ capitalistas con las que hace turismo político proselitista dentro y fuera del país. Su pasión ambientalista y el cuidado de la Pachamama fue una más de sus imposturas.
¿Habrá que recordar a Shakespeare, que le hizo decir al “Rey Lear”, en la obra homónima Acto IV, escena I, “Qué época tan terrible esta, en que unos idiotas conducen a unos ciegos”?