La marcha heroica

0 Posted by - 08/07/2012 - Articulos

Si existe alguna guerra criminal, es la guerra entre miserables. La marcha indígena que abandona la selva amazónica ubica a no más de 200 metros sobre el nivel del mar y desde aquí partir para escalar las estepas de los Andes a 4 mil metros de altura- donde no existe oxigeno – o casi- recorriendo más de 600 kilómetros a pie durante más de dos meses, en medio de barriales infernales, caminos escabrosos, abismos infinitos -donde las piedras que se caen no llegan al fondo-, pero ante todo, caminar bajo la permanente hostilidad de grupos mercenarios, pagados o alesionados por el neo-poder Aymara alojado en la plaza Murillo.

No cabe la menor duda que se trata de un acto de heroísmo que intenta vanamente sensibilizar la esterilidad mental de quienes a título de “progreso” pretenden construir una carretera, no tanto para “hermanar” a dos departamentos de la ex república de Bolívar, sino para ampliar la frontera de los cultivos de la coca-para-la-cocaína. Está demás afirmar que la virtud jamás ha podido vencer al pecado convertido en delito. Los malos siempre ganan.

Pero la guerra es criminal, porque semanas antes, las huestes policiales que se levantaron en palos (porque no se levantaron en armas) durante una semana a fin de exigir un incremento salarial destinado a paliar su hambre milenaria, por fin obtienen algo de lo reclamado: un aumento de 100 pesos bolivianos (14.29 $us.) y otras pequeñas ventajas referidas a su propia dignidad, como eliminar los malos tratos, castigos indebidos, entre muchos otros.

Cualquier se arriesga a pensar que entre los pobres hay actos solidarios, pero aquí la cosa es diferente. Cuando esta marcha encabezada por mujeres y niños recién nacidos y después de más de 60 días intenta entrar a la plaza del poder es recibida amigablemente por una nube de gas pimienta que enceguece por igual a los recién nacidos y las recién paridas. Los miserables de los palos agradecen su aumento de sueldo reprimiendo brutalmente a sus iguales.

En esta guerra de pobre a pobre ganan siempre los pobres que están cumpliendo su misión de mercenarios, ya que a pesar de su hambre virtuosa, no tienen más remedio que obedecer a sus amos. Si algún iluso de la izquierda troglodita aun cree que los paraísos terrenales se encuentran en las tribus virginales descritas en una supuesta Constitución aprobada a punta de pistola, se equivocan. El proyecto indigenal con su Cacique Mayor que las ONGs le vendieron al mundo como un acto de justicia social, no escondía otra cosa que la mano macabra de la nueva “burguesía” cocalera, aquella que maneja el millonario negocio del narcotráfico aún apoyado por los regímenes democráticos del Brasil, Venezuela y Argentina, entre otros socios menores.

Si en la Edad Media se buscaba al diablo por todos los rincones de las casas para descubrir su presencia, mientras los sagrados inquisidores quemaban vivas a más de 100 mil brujas porque sabían curar o manejaban algunos saberes asociados con el demonio; los “Indios” de los Andes se cebaron arrojando chorros de agua helada en la humanidad de niños, mujeres y ancianos de semblante amazónico (Cambas) en medio de un frio glacial (6/7/12) donde hasta las piedras tiemblan de frio en un conglomerado urbano denominado ciudad de “la Paz”, hasta hoy capital del convulso país del altiplano.

Los indígenas amazónicos son el demonio que hay que eliminar por que defienden un pedazo de selva que es su casa. No es necesario ser un Eco-fascista para mantener la naturaleza como si fuera un fósil de museo, porque aquí no se trata de defenderla por romanticismo ecológico inspirado por el nazismo; aquí se intenta mantener la selva para frenar la frontera agrícola del narcotráfico; la carretera financiada por el Banco de Desarrollo del Brasil a iniciativa del populista Lula da Silva, curiosamente defensor personal de la misma en abierta complicidad con los titulares de un invento llamado Estado Plurinacional de Bolivia.

Los indígenas amazónicos no podrán vencer al aceitado aparato represor del poder central, pero a pesar de su previsible derrota, han logrado una victoria no cuantificable: la victoria moral