Sergio Antelo Gutiérrez.
Hace algunos miles de años, lo emperadores romanos establecieron oficialmente el “circo” para que el populacho se llenara de regocijo cuando los leones devoraban algunos esclavos a fin de satisfacer la demanda de sangre que reclamaban sus enardecidos espectadores.
En la edad media media, la quemadera de brujas era otro espectáculo montado por los censores de la inteligencia y el conocimiento, donde algunos, como Galileo, tuvieron que arrepentirse por haber descubierto que la tierra no era el centro del universo.
Algunos dictadores también se inventaron guerras destinadas al suicidio colectivo, como Salamanca, el mismo que sin mayores cargos de conciencia, sacrifico a una generación de jóvenes para pisar fuerte en las arenas del Chaco, al mísero costo de 60 mil vidas. Como los circos con caras de Constituyentes no faltan en todas esquinas de nuestra agitada política latinoamericana, como la de Fijimori que la hizo para mantenerse en poder, o la de Menen, que se valió de la misma para privatizar hasta el aire que respiraban los argentinos, haciéndolos creer que por fin se ubicarían en el primer mundo para acabar convertidos en africanos. Así también, en un paisito hasta hoy llamado Bolivia y como no era para menos, algunos indígenas de las tierras bajas apoyados por otros indígenas de las tierras altas a los que se sumaron un arcoiris de oportunistas citadinos, son los promotores de una Asamblea Constituyente para solucionar, y definitivamente, los insolubles problemas de este país de viabilidad dudosa.
En la propuesta presentada por el Poder Ejecutivo encontramos algunas perlas que vale la pena destacar: he aquí algunas de ellas:
En una parte de su extenso texto, este dice: “La Constituyente es un acto fundacional, por que su objetivo principal es construir nuevas instituciones, crear condiciones para el ejercicio de los derechos, modificar relaciones, poderes y formas de organización social, así como las estructuras del Estado”. A simple vista esto no dice nada, pero si analizamos en profundidad su contenido ideológico, podremos verificar, no sin estupor, de que este “acto fundacional” se remite a una época anterior al Decreto del 9 de Febrero de 1825, firmado por Sucre, y que dio origen, precisamente a la actual republica de bolívar.
Este acto “refundacional y sin contornos precisos”, desconoce los pactos internacionales -incluyendo las fronteras internacionales y la división política-administrativa de la republica (departamentos, provincias, etc.), así como también su carácter de Constitución derivada (por se deriva de una anterior), creando un vacío jurídico-legal, donde los diputados constituyentes por Santa Cruz, u otros departamentos, tendrían la más absoluta libertad de suscribir o rechazar este nuevo pacto Constitucional, donde inclusive, pueden postular su separación legítima de Bolivia, si así lo determina la voluntad soberana de sus miembros.
Así, entre circo y circo, casi nos hallamos al borde de refundar la locura.