El inesperado pero esperado triunfo del líder cocalero en las elecciones de diciembre, nos ha demostrado objetivamente varias cosas, entre las cuales podemos destacar las que siguen:
1.- A diferencia de lo que piensan los triunfalistas, el voto en Bolivia, es ante todo un “voto anti”, esto quiere decir, que el electorado no se remite a la simpatía, programas de gobierno o promesas más o menos reales que pueden hacer los candidatos a la presidencia (mejor si no hacen ninguna propuesta), sino que orientan su “rabia” en contra de los que suponen que en función de gobierno pueden ser dañinos o contrarios a sus intereses: llámense regionales, de clase, de etnia, o de otra naturaleza. De esto se concluye que en realidad el voto “a favor” es en realidad un voto “contra”.
Si la premisa arriba colocada tiene algún atisbo de verdad, podemos suponer, entonces, que el caudal de votos recogidos por el candidato cocalero, en realidad es un voto abiertamente “contra” los partidos políticos tradiciones, sus personeros, o lo que ellos representan como expresión de las viejas practicas políticas, cuyo fracaso estrepitoso en el ejercicio del poder ha dejado a este singular país, poco menos que en harapos.
El voto “contra” en realidad se orientó no “a favor” de Morales, sino en contra de Tuto Quiroga, heredero natural del banzerismo y muy a pesar del reforzamiento de su chapa por la inclusión de “caras nuevas” al lado de las caras viejas, no fue suficiente para convencer a un electorado no siempre dispuesto a apoyar candidaturas que representan más de lo mismo, con algunas variantes.
La candidatura cementera – posiblemente la más coherente con el modelo del capitalismo dependiente, no llegó a convencer a un basto electorado “centrista” que se presumía al margen de los procesos polarizantes que los dos candidatos preferidos y que dejaron fuera de cualquier opción otras candidaturas, fuertemente marcadas por la impersonalidad y la carencia total de imaginación y de programas.
Así puesto el problema, el horizonte queda despejado para lo que venga.
Resulta prematuro hacer predicciones políticas a futuro donde hasta el pasado es imprevisible.
El problema central no consiste en llegar a la silla presidencial, sino mantenerse atornillado a ella el mayor tiempo posible, ya que una cosa es el discurso pre-electoral y otra es la practica pos-electoral, momento crucial donde la supuesta masa de beneficiarios no tienen ningún empacho en pasar la factura a los promesantes, que por lo general, se ven en figurillas para intentar justificar la falta de medios y recursos para cumplir con lo prometido.
Se nos ha dicho que a partir de la fecha el cultivo de la coca será libre. Esta sabia iniciativa puede mejorar nuestra balanza comercial, ya que este arbustillo milagroso, además de curar un número infinito de enfermedades y otorgar alguna energía a sus consumidores, nos puede permitir liquidar los cultivos de exportación, como la soja y otras oleaginosas (en poder de los oligarcas y latifundistas), ya que no existen mayores competidores en el complejo mercado mundial (excepto Colombia y Perú), y de esta forma, por fin llegaremos a un desarrollo económico-social igualitario, igual o superior a los países más ricos del mundo.
Pero los problemas no tardaron en llegar, el Brasil, por ejemplo, ya ha dispuesto un estricto control militar en los más de 3.500 kilómetros de frontera que nos separar imaginariamente de este país, a fin de evitar que las hojas milagrosas del arbustillo alcancen las favelas de Río de Janeiro rumbo a los países europeos.
Esperemos que los nuevos titulares del poder del estado lleguen al palacio de gobierno y pongan en práctica algunas de sus anunciadas medidas, para poder opinar con más propiedad. Sin embargo podemos afirmar que a veces los votos “anti” convertidos en votos a “favor”, se pueden mudar en lo que realmente son y este será, con toda seguridad, el escenario del futuro, a no ser que se demuestren todo lo contrario.
Por ultimo, si algunos piensan que el voto colla ganó la plaza cruceña, se equivocan. No nos olvidemos que también los otros candidatos eran collas. No había mucho que escoger. Tampoco es dable afirmar que se trate del “triunfo” de un candidato “indígena” ya que si verificamos los resultados electorales de la ciudad de La Paz, podremos verificar, no sin estupor -que el candidato “originario” gano olímpicamente en los barrios de la oligarquía paceña. En el Tibet sudamericano todo es posible, inclusive lo imposible.