Renzo Abruzzese
La prospectiva es una de las disciplinas más complicadas y riesgosas en el campo de la sociología y la política. Hay, sin embargo, algunos elementos que no suelen fallarnos al intentar prever el devenir de los procesos, entre ellos la emergencia y el desarrollo de las clases sociales. Para darnos una idea, podríamos argumentar que el movimiento internacional de los ‘indignados’ se explica por la emergencia de una clase media internacional producto del auge que el capitalismo avanzado experimentó en los últimos tiempos; junto a ellas, una revolución de las expectativas frustradas suele traducirse en indignación.
Si aplicamos esta lógica al proceso nacional, deberíamos pensar en los efectos que pueden derivarse de la incorporación de lo que algunos especialistas han llamado la ‘burguesía chola’, categoría económico-social que hace referencia al creciente poder económico logrado por sectores migrantes. Hoy en día, por el efecto de un crecimiento económico inédito y una coyuntura política capaz de incorporarlos a los circuitos económicos, las finanzas, la banca y una creciente modernización de sus esquemas de comercialización y producción, hacen parte de un estrato cuyas expectativas no corresponden ya al campesino pobre, al marginado, al trabajador indefenso; se trata de una nueva clase social capaz de movilizar millones de dólares y de aspirar a formas de reconocimiento e incidencia política, cultural y social diferente a la que los caracterizó a lo largo de la República. Probablemente, la sorpresiva declaratoria de mestizos que registró el último censo sea un indicador de esta nueva estructura socioeconómica, cuyo universo simbólico no está ligado a la siembra y la cosecha, sino al capital y a las grandes finanzas.
Si la evolución de las clases sociales en Bolivia está marcada por estos derroteros, la pretensión de construir un Estado indio, propugnada ideológicamente por el ‘vice’, está fuera de contexto. Es probable que la burguesía chola aspire a ser el sujeto activo de un Estado moderno, lejos de las resonancias simbólicas y prácticas del pasado opresor. El Estado ‘indianizado’ sería un argumento endeble frente a la contundencia inexorable del capital, y las nuevas clases serían los próximos sublevados de la historia