Increíblemente, el ministro de educación Roberto Aguilar dijo que el Estado Plurinacional “jamás participará” del Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA) por considerarlo “neoliberal”.
Aclaremos que dicho programa es la principal instancia de evaluación mundial del nivel educativo de los países, mediante un ranking global en el cual Bolivia no figura por decisión propia.
Teniendo en cuenta la relevancia que la enseñanza de las matemáticas tiene en la pedagogía contemporánea y específicamente en las pruebas PISA, el analista Puka Reyesvilla se pregunta: “¿Cuánto será 2 + 2 en matemática masista?”. Y añade: “¿Cuántos huesos o músculos más que el resto de los mortales tendrán los Emos, no? En plena euforia del socialismo, el libro oficial de anatomía eraAnatomía del hombre socialista. La estupidez no tiene límite…”.
Coincidentemente, el sociólogo Henry Oporto habla de “oscurantismo en la educación boliviana” en relación a la decisión de no participar en este tipo de evaluaciones internacionales.
Y es que descartar las pruebas PISA como “neoliberales” parece remontarnos al tiempo en que el estalinismo planteaba una “genética socialista” de la mano de Lysenko, disparate que no sólo condujo al delirio seudo-científico sino también al desastre de la agricultura soviética.
¿O por qué no recordar la “física aria” del nazismo, que se buscaba contraponer a la “física hebrea” de Albert Einstein?
Son sólo algunos ejemplos de cómo la propensión al totalitarismo suele obstaculizar el progreso del conocimiento científico objetivo.
Lo cierto es que suena a excusa lo de no participar en las PISA por motivos ideológicos. La verdad es que lo que no se mide no se puede mejorar.
El trasfondo real del asunto es el rezago educativo boliviano, que el modelo evista no hace otra cosa que acentuar. No se invierte la pasajera bonanza gasífera en educación de calidad y las consignas adoctrinadoras de la Ley Avelino Siñani tampoco ayudan en nada.
Posdata: ¿Un ejemplo de las “matemáticas socialistas” serán las cifras fantásticas del INE y del Censo, o la “contabilidad creativa” del Ministerio de Hacienda?